Guionada por Paz Alicia
Garciadiego [Genia. Diosa total]
Una versión libre de Madame
Bovary. Muy libre y muy interesante. Pero MUY.
[Recuerdo que en la suerte de
conferencia que dio cuando se estrenó aca en el Cultural San Martin dijo, entre
otras cosas geniales - tanto como ella-, que no le interesaba volver a leer la novela, que
para ella, las adaptaciones se nutrían de lo que el libro guardado en la
biblioteca le había dejado alguna vez y que a partir de esos recuerdos construía
los guiones]
La película te transporta, te
eleva, te atrapa, te caga a trompadas a través de unos diálogos increíbles [y
terribles]. Logros de una dupla que, personalmente, me tiene enamorada.
Melodrama irrespirable, miserias
humanas, encierros (internos y externos,
mentales y corpóreos), el vacío, la mediocridad insufrible y la búsqueda
de algo más, la soledad atroz, la incomprensión de los otros y de sí misma
llevan a la protagonista a una carrera contrareloj de la propia desolación, al
cuestionamiento destructivo de todos sus roles (madre, hija, mujer, amante).
Un espacio único y sus recovecos
(un edificio, sus pasillos, su terraza, sus habitaciones) plasmados por una
cámara que la persigue, como algo más que asfixia, que acrecienta la falta de
aire en su tratamiento en blanco y negro.
Hermoso. Apabullante.
Todo lo que es Emilia (esta Emma
mexicana de nuestros días, una genial Arcelia Ramírez) se construye como una
extensión de alguien más (su marido, su amante, su hija, su madre), escapando,
tratando de hacerse a sí misma en medio de un caos identitario que parece
reducirse a una nada abismal y en ese hacerse se va desintegrando.
Paso a paso, toma a toma, espacio
a espacio, voz a voz.
Le cabe un 9 [y un imperativo: véanla]
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