Dura.
Oscura.
Trágica.
Bella [rara belleza,que hechiza].
Estética su-blime.
Violencia poética.
No suelen gustarme los films lentos.
Pero hubo algo en este
que atrapó [y mucho].
Tal vez fue el tema, tal vez fue el ritmo, tal vez esa
forma de estructurar el relato, de contar la historia a través de monólogos, de
mostrar la psicología de los personajes involucrados en la trama a partir de sus
voces desgarradas entre la venganza y el dolor, entre la redención y la
justificación, entre la locura y la culpa.
Los primeros treinta minutos se canalizan en la voz de una
profesora que cuenta que el accidente en el que su hija murió no fue tal,
manifiesta saber quiénes son los responsables de tal acto: dos de sus
estudiantes, etiquetados como A y B, y dado que son menores se hará cargo ella
misma de aplicar su propia justicia.
Así comienza a tejer
una tela de araña enraizada en la venganza [e iniciada en el discurso] que no
hace sino mantenerte expectante.
Esa media hora es una obra de arte en sí misma.
Confessions no solo se nutre del qué sino que explota en el
cómo. Cómo se cuenta. Cómo se muestra lo más visceral de los personajes. Cómo
te hipnotiza.
Tranquilidad siniestra, devastadora.
¿Te resulta narcoléptica su lentitud?
Aguantá.
El final es absolutamente brutal, brillante y no decepciona.
Es una jo-yi-ta.
Le cabe un 9,2 [solo porque resultan un poco extrañas las lucubraciones de l@s pibit@s].
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